Por: Carlos Cesar Silva
| Publicado el 12 septiembre de 2018
En el portal Las2Orillas. https://www.las2orillas.co/un-cafe-con-el-ministro-de-vivienda/
En su última visita a Valledupar
convocó un encuentro con estudiantes. El propósito fue inesperado: rendirle
tributo al saber, a la capacidad de soñar y a los esfuerzos
Aquí
estoy, soy un simple testigo. Solo vine a retratar con mi memoria este
encuentro. Los protagonistas son ellos: un grupo de estudiantes de la UPC, la
UDES y el Área Andina. Hay hombres, mujeres, jóvenes, adultos e indígenas.
Todos tienen una misma cualidad: los mejores promedios académicos de sus
universidades. Veo en sus rostros intriga, pero también propósitos y ganas,
muchas ganas de trabajar por esta región. Sí, eso son: esperanza.
Es
16 de agosto de 2018. Mi reloj marca las 08:15 a.m. Este restaurante se llama
Mucca y queda en la carrera 9 Nº 9-25. Aquí venden unos helados de corozo y de
patilla que son una locura, pero venimos a tomarnos un café con Jonathan
Malagón, el nuevo ministro de Vivienda. Estamos esperando que comience la
reunión. Malagón llegó y saludó, pero salió un momento a contestar una llamada
telefónica. Mientras tanto los estudiantes hablan entre ellos sobre sus
orígenes, carreras y proyectos, la mayoría apenas se está conociendo.
Luego
de unos minutos Malagón vuelve a entrar a Mucca. Es un tipo de mediana
estatura, piel trigueña y mirada tímida. Tiene un discurso fluido, sencillo. Su
lenguaje neutral deja poco espacio para descifrar sus raíces, pero él suelta
algunos apuntes creativos y chistosos que revelan su esencia caribe. Sin dejar
de proyectar frescura Malagón advierte que no se trata de una reunión política,
que lo único que quiere es conocer a los estudiantes. No vino para que lo oigan
a él, vino para oírlos a ellos. Así que les concede la palabra.
Hay
una especie de mesa redonda. Los estudiantes que están sentados a la derecha de
Malagón comienzan a presentarse. Yo estoy de frente al ministro, al lado de
Camilo Quiroz, un joven vallenato que también trabaja en el Ministerio de
Vivienda. Soy el único profesor de las universidades locales que está aquí, me
siento entusiasmado con este evento, pero hay varias preguntas que deambulan
por mi cabeza: ¿por qué Malagón pidió reunirse con estos muchachos?, ¿por qué
dijo que no se trataba de una reunión política?, ¿por qué no está tomándose un
café en el Club Valledupar con los congresistas del Cesar?
Rápidamente
caigo encantado ante las historias de los estudiantes. Hay futuros abogados,
economistas, ingenieros civiles, sociólogos, psicólogos. Todos hablan de sus
experiencias familiares y académicas. Algunos exponen las investigaciones que
han realizado, las penurias que han afrontado como universitarios y las
ambiciones laborales que tienen. Nadie se refiere a la actualidad política,
ellos solo mencionan sus sueños, que son realmente las ilusiones de todo un
país. Yo los escucho con mucha atención, mi estómago burbujea y mis ojos se
humedecen: siento que vienen cosas buenas para el Cesar.
Durante
la presentación de los estudiantes Malagón hace varias interrupciones.
Emocionado pregunta sobre los proyectos de investigación, invita a los jóvenes
a aventurarse a estudiar en el exterior y cuenta anécdotas de su época como
universitario. Ante la mirada atónita de los presentes, Malagón manifiesta que
no sabía inglés cuando se fue a hacer una maestría en política económica en la
Universidad de Columbia. Dice que estudiaba con un diccionario en la mano, que
así hizo un ejercicio de doble memorización y se consagró como unos de los
mejores estudiantes de su promoción. Como para corroborar esto expresa que un
día fue a motilarse a una peluquería de unos tipos de Costa de Marfil y el
peluquero le preguntó algo en inglés y él solo atinó a responder: “Yes, yes”.
Cuando el hombre terminó de motilarlo Malagón se miró en el espejo y descubrió
con terror que tenía una cancha de fútbol en la cabeza. Era junio de 2010 y el
mundial de Sudáfrica estaba en su apogeo.
Al
oír esta historia los estudiantes saltan de la risa. Están emocionados, se
sienten identificados con Malagón. Quizás ya no solo lo ven como el joven
vallenato que ocupa un alto cargo público en Bogotá, sino también como un amigo
que incluso les está proponiendo crear un grupo de WhatsApp para mantenerse en
contacto. Sí, la empatía resulta inevitable, los estudiantes y el ministro
comparten el amor al conocimiento, el deseo de superación personal y las ganas
de trabajar por la región.
Después
de intercambiar experiencias con los muchachos durante más de una hora, Malagón
retoma la palabra y comienza a despedirse. Expresa que se va muy complacido,
les agradece a los chicos por haber venido e invita a varios de ellos a hacer
las pasantías en el Ministerio. Confiesa que, más allá de sus reconocidos
méritos académicos, profesionales y laborales, siempre contó con personas valiosas
que le tendieron la mano. Eso, precisamente, quiere hacer con estos
estudiantes: abrirles las puertas para que puedan desarrollar sus talentos.
He
ahí las respuestas a mis interrogantes. Malagón convocó a esta reunión en Mucca
para rendirle tributo al saber, a la capacidad de soñar y a los esfuerzos.
Tiene la intención de ayudar a Valledupar promoviendo a los mejores, tal vez
(sin proponérselo) está implementando una nueva moda en su ciudad: el talento
por encima de los cacicazgos políticos. Este gesto y la forma como llegó al
Ministerio es un mensaje poderoso para la clase política del Cesar. Se aproxima
una nueva era, un tiempo donde la inteligencia y los estudios tendrán ventaja
frente a los apellidos y al clientelismo. Amigos y amigas, nuestros políticos
tradicionales comienzan a preocuparse.
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